martes, 31 de mayo de 2011

Apretar los puños, cerrar los ojos y esperar...


Soy dura al tacto, sí, pero el frío, el tiempo y los golpes también me hacen mal; no esperes encontrar la misma sonrisa en el mismo lugar, es como pasar de ser la chica más feliz de la mañana a esa de todos los días...la cabeza dejó de olerme a cabeza y empezó a hacerlo a podrido de tener los pies empapados hasta los tobillos en desidia, nostalgia y tus recuerdos que no iban a volver... Y sin embargo si me pinchan, aún sangro porque realmente nunca he dejado de esperarlos...
¿vuelves?,¿a qué?

miércoles, 11 de mayo de 2011

Utopía

La parada me dejó justo en la puerta de la utopía. Sentí en la inmensidad de mis ganas que quería estar ahí, que eso era todo lo que yo necesitaba para seguir respirando y que el proceso tuviera sentido. Entonces recordé todos esos días de soles y de estrellas con aquel compañero de sueños. Y de repente, como quien espera que queme y se hiela, me helé. Y todas esas cosas contra-grises se me hicieron nubarrones a punto de llover... Y lloví. Lloví como nunca había llovido en mi vida. Y sentí esas gotas pero hacia adentro, y eran puro ácido, y fueron corrompiéndome las vísceras, los vértices de mis sentimientos. La felicidad, no es fácil. Reí ante aquel aparentemente absurdo pensamiento. Pero lo entendí. Respiré un par de veces y el aíre me hizo daño, escocía un poco. Y con el alma en carne viva, salí de aquel autobús que me condujo a la vida, aquella vida que conduje yo. Y la utopía me abrazó como te abraza un amigo, no, miento. Me abrazó como te abraza una promesa. Cálida. Frágil. "Irreal".

"Nunca he podido evitar que me hicieras sonreír. Y es una mierda eso."
...ahora y desde entonces Utopía es lo único en lo que creo.

La verdad nunca es suave...

Podríamos hacer como que aquí no pasa nada, y seguir fingiendo. Lo cierto es que un día me vas a dejar tirada en la primera parada de metro que custodie tu impaciencia. Entonces te irás, y yo, estaré en la línea divisoria de elegir entre si quiero que vuelvas a salvarme, o que te quedes en el infierno hasta ser brasas de algún castigo divino o algo así. Y me sentiré sola, totalmente sola. Llegaré a casa, y la ignorancia se me echará encima, como todos los putos meses desde lo de aquello. Y nadie me preguntará, aunque la pena esté hinchada en mis ojos y la lleve arrastrando con kilos de desolación. Entonces, sí. Sin ninguna duda, estaré sola. Porque cuando una sonrisa, del tipo que sea, se te acerca y te pregunta, te extiende la luz o un segundo de atención, ya no lo estás. De repente, lo sabes... No estás sola. Así que yo lo estaré, y es algo a lo que ya me he hecho. Entonces quedaré reducida a algo así como lo que realmente soy. A ceniza, a humo... A aquel papel del último cigarrillo que besaron tus labios húmedos de ese último Te quiero. Seré las palabras que custodié durante tantos años y daños. Seré esa ironía ácida que me colgaba en la fachada, y que se filtrará por los poros del no puedo más. Así que cogeré mis restos y mi soledad, y me encerraré en alguna esquina de este puto mundo que no hayas ensuciado de ti. Y no sé, puede que me muera, o que la inercia del oxígeno me de tregua. En realidad no tengo ni idea del enorme abismo que hay detrás de toda esa realidad que hemos maquillado, que intentamos ignorar y nos devora a tientas, cómplice de los suspiros del reloj. Hubiera sido mucho más fácil que no hubiera cogido todos mis miedos y los hubiera puesto encima de la mesa, así, haciéndote partícipe de todos ellos. Pero dicen que es lo mejor. Aceptar lo que se teme, el dolor que irradian nuestros huesos, y desmigajarlo, sentir en cada átomo de nuestra vida para extinguirlo de una forma total y absoluta. Es una tontería. Porque ya me noto sangrar. Y si sangras, no expulsas la enfermedad. Por muy seca que te quedas. ¿Debería haberme resguardado las mentiras? ¿Debería haber hecho caso omiso de ese amor que no era falso y me arropó con la verdad, por mucho que esa misma, me destripara las entrañas? Pues no lo sé. Ya no sé si está bien, está mal, o voy a seguir partiendo humos durante el resto de mis días. Quizás debería haber seguido, haber continuado aferrada a esa clavo ardiendo al que llaman esperanza. Ignorando las voces que tantas veces me avisaron de que el mundo no se va a parar para mí. Que si estoy ciega, me voy a caer. Que si sigo sorda, me voy a acabar perdiendo en lo que no existe. Y mejor dejarlo claro, ¿no?. ¿Qué somos? Un puñado de miedos que, a mí, por lo menos, me matan todas esas lunas que ya no aliñamos con los mismos sueños. Ahora, sí, es difícil. Vendería mi piel por no enfrentarme a las dudas que me van a acosar durante el resto de mi pena, pero mira... A lo mejor es lo que toca. Y a lo peor, ni te cuento lo que puede tocar. Así que mira: no puedo dejar que me humilles, no puedo dar lugar a verme un viernes por la tarde, en mi habitación, devorada por las verdades que no defendí a tiempo. No puedo pagar en una tarde, todas las broncas de los lunes.

Yo no lo sé, pero dímelo. Yo sí, y lo sé. Pero a lo mejor no es lo cuenta, a lo mejor eso ya no es lo que vale... Quizá sólo seamos el tronco quemado que un día ardió y calentó un mundo entero. Brasas, cariño... Luego, al final, se queda en brasas. Que sí, que podemos aferrarnos a los ideales de plásticos esos de que nos queremos, que es lo que cuenta, que somos fuertes y así hasta dejar que la esperanza nos mate con tanto verde podrido. Entonces sólo me queda una pregunta y mira que había muchas esperándome en la cama: ¿Es mejor esperar a morir, o arriesgarnos a perder la vida?
Mira, aquí la ponga, es la mía y puede que te pertenezca. Pero sigo siendo dueña de gran parte de ella. Se me puede desquebrajar, pero puedo reconstruirla con todo ese oxígeno que no nos va a abandonar estemos lo solos que estemos. Yo lo estoy, y sigo aquí. A lo mejor en dos minutos me derrumbo, pero aún las palabras me rebotan en la boca, aún sigo pensando que mañana puede ser mejor. Podríamos haber hecho oídos ciegos, ojos sordos... Pero si aquí no pasara nada realmente, entonces eso sería algo mucho peor, ¿no?

martes, 10 de mayo de 2011

No quiero volver a los restos...

Cuanto antes lo admitamos mejor. Nada permanece inmuntable para siempre, nada es eterno, no puedes retener absolutamente nada. Con esas idealizaciones yabstracciones de la realidad no conseguís nada. Es como cuando los egipcios vaciaban los cadáveres de sus seres queridos, los rellenaban de paja y los embalsamaban para que se conservaran eternamente. Intentadlo, intentad mantener algo para siempre y sólo os quedará eso, el cadáver inerte de lo que un día fue. Unamala representación de lo que fue real. Olvidaos de las promesas eternas, de los condicionales, de la perseveración para futuro. "¡El cambio es real, caramba!". Nada permanece, aunque algo quede. Pero no son sino restos. Y los restos.. restos son. Desperidicios.

O podéis seguir haciendo momias de lo que queréis mantener, pero serán vanas momias conceptuales.


(Nietzsche, te echaba de menos. Y te necesitaba sin saberlo)

Y yo chillando entre tanto ruido...

Y todo lo que hemos perdido. Tus frases rebotando en mi cabeza. El aire espeso y grisáceo de unas calles que nunca mostraron la salida a todo esto. Las esquinas reflejando los golpes, la sangre, la soledad resignada, la desesperación desesperada. Todos aquellos que se marcharon sin decir nada. Los bloques grises sosteniéndose sobre su propia decadencia. Y los portales en los que me escondí de la muchedumbre y de las malas rachas. Y todas las veces que recorrí los lugares a los que nunca fuimos, todas las veces que escupí en medio del silencio que me recordaba aquellos gritos solitarios, sin nadie alrededor, en mi habitación o en el parque desierto de niños y madres preocupadas. Todo acaba siendo esto, mis libros viejos hediendo a crisis refugiadas malamente en las letras y en las páginas, la aguja del vinilo quebrada, quizá por el cansancio de hacer sonar tanta nostalgia, tantas épocas pasadas que apenas sirvieron para nada. Todo acaba siendo esto, repetir lo mismo de siempre. Y todo lo que nunca fuimos. Todo lo que no supimos hacer. Los portazos que, sin embargo, no dejaron nada atrás. Las madrugadas con las rodillas en los dientes. El colchón sucio de ceniza, de Luckys más cancerosos que nunca porque saben a pasado, porque saben a ti. Y las derrotas que nunca fueron derrotas porque nunca hubo pelea. Y todas estas semanas fotocopiadas, y los viajes en Metro a donde siempre. Aquel banco al que regresé días después, la marca que no desparecerá, aquella canción detestable que siempre me recordará a aquel día, a aquel lugar. Y todos aquellos que no volverán. Y todo lo que perdimos, y todo lo que no supimos encontrar. Y todo lo que no supimos ser, y todo lo que no quisimos hacer. Y todo, todo, todo, todo para nada. Todo convertido en nada.
Todo convertido en inútiles palabras...

domingo, 8 de mayo de 2011

Empezamos con un final...


Hay dos tipos de personas, los que se enfrentan a sus miedos, a sus puntos de inflexión y las que huyen, yo creí que nunca iba a huir, que nada era imposible si lo deseas lo suficiente, pero después de enfrentarme, de sangrar para salvarnos de los escombros y acabar indefensa como un animal herido he decidido volver a ser de los que huyen, es que no quiero formar parte de esto, no quiero hacer más cosas que no quiero, no quiero vivir por los demás, no quiero fingir que estoy bien, no quiero estar aquí.
Supongo que si algún día consigo curarme las heridas, sola, acabaré por volver...ahora estoy herida, es difícil pero no voy a dejar de creer en lo que siempre he sido ¿no crees?
A mí tampoco me gustan las despedidas, supongo que es por mi experiencia, pero me gusta aún menos la gente que no se despide, me recuerdan a los dolorosos puntos suspensivos.
Irse sin despedirse es la opción más cobarde y la acción más triste que conocco.
Yo no me iré sin despedirme...

-Compréndelo, siempre habrá tensión y aquí es más fácil drogarse que apuntarse a yoga...
es una metáfora pura.-